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Posts Tagged ‘Teatro San Martín’

En la publicación efectuada por el Complejo Teatral Buenos Aires, destacan un concepto que expresé en la mesa para la cual fuí convocado respecto de las obligaciones del Estado en materia de acceso a la cultura. Expresé que cuando un Estado decide destinar fondos públicos a una actividad artística, cuando decide tener teatros oficiales, no puede desentenderse de la misión social que le impone esa decisión: que la mayor cantidad de gente tenga acceso a esa actividad y vea transformada su vida por el acceso a la actividad artística. La política cultural pública debe atender al mejoramiento permanente de la calidad de vida y a la construcción de ciudadanía.

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El Teatro San Martín organizó el año pasado con motivo de sus cincuenta años una serie de encuentros para debatir por diferentes grupos el tema del título. Ahora ha salido una muy buena publicación y un cd que recoge las reflexiones vertidas por los diferentes invitados. Creo que es un gran aporte por la diversidad de opiniones. Destaco de mi participación la defensa de los elencos estables, que me parece que es un tema ausente en las discusiones sobre el tema. Allí expresé que cuando Buenos Aires pierde sus elencos dramáticos estables pierde parte de su patrimonio cultural intangible. Las compañías estables permiten muchas acciones: mantener un repertorio, desprecarizar el trabajo artístico y llevar el teatro a públicos diversos. La existencia de elencos estables permiten la creación de nuevos públicos, indispensable en un estado que decidió constitucionalmente defender la actividad teatral y asegurar el acceso a la cultura de la población.

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La actividad teatral de la ciudad de Buenos Aires necesita un régimen de administración más ágil y activo. Un régimen que permita la articulación con otras áreas de gobierno y que logre que la cuantiosa actividad teatral que se produce impacte -de hecho- sobre la población. Solo así, podrá ser el medio masivo de formación y esparcimiento que eleva el nivel cultural, la reflexión crítica y la contemplación estética de las personas, factores que redundan en una mejor convivencia ciudadana y cultura cívica.

El instrumento clave para aumentar la calidad, eficiencia e impacto social de la producción teatral es la AUTONOMIA FINANCIERA, por oposición a las falsas promesas de la «Autarquía» que ha demostrado sus limitaciones al respecto del Teatro Colón (algo de eso he desarrollo acá).

El efecto de esta medida redundará positivamente en distintos planos:

1)       En el plano administrativo, la AUTONOMIA FINANCIERA del Complejo Teatral de Buenos Aires es la alternativa a la total dependencia al Estado local. Pero la AUTONOMIA FINANCIERA no implica independencia sino la facultad delegada para su autodeterminación presupuestaria. Así entendida, la autonomía administrativa estaría sujeta a un cuerpo legislativo que impida la discrecionalidad y opere como garantía para los trabajadores y para la ciudadanía en general.

2)       La AUTONOMIA FINANCIERA posibilitará una mayor celeridad en la aprobación de los contratos y en el consecuente pago de los honorarios de artistas y  proveedores, sin necesidad de reformas legislativas sustanciales.

3)       En materia de régimen laboral, la actual ley 471  posibilita formar cuerpos artísticos bajo un régimen de estabilidad permanente o temporaria, con pruebas periódicas de idoneidad y regímenes jubilatorios especiales; lograr mayor agilidad y funciones en los cuerpos técnicos, indispensable para la realización de giras, y la creación de un elenco dramático estable, con contratos temporarios renovables por períodos determinados. Estas medidas ayudarán al mantenimiento de la calidad de las artes dramáticas y al sostenimiento y difusión de un repertorio, que de otras formas se pierde o deteriora.

4)       La seguridad laboral con la que la AUTONOMIA permite dotar al cuerpo de artistas hará que se concentren en el desarrollo de sus carreras  y su formación.

5)       El nuevo régimen administrativo debe acompañarse del compromiso de la nueva administración con la promoción activa de la asistencia a salas, con el mantenimiento de una calidad y diversidad de programación   y con  un plan de comunicación eficiente con la comunidad, que le otorgue una inserción social al Complejo.

6)       En materia de contenido, la administración de recursos propios del teatro (ingreso de boletería, donaciones o alquiler de sala) permite asegurar una temporada atractiva en oferta de espectáculos; mientras que el presupuesto que aprueba anualmente la Legislatura debe contener como mínimo un 30% de su total para programación y alcanzar para cumplir con el pago completo de los gastos de personal e infraestructura.

7)       Es necesario, por otra parte, retomar el  sistema de co-producción de obras teatrales que tuvo muy buena experiencia en otros años y que la dificultad de los circuitos administrativos cercenó. El sistema de co-producción permite una experiencia interesante de interacción entre entes públicos y privados, que puede acrecentar el impacto de la estructura de producción teatral de la ciudad más allá de su territorio, tal como se realizó con el Teatro Payró y que permitió al Teatro San Martín realizar experiencias fuera de su espacio.

8)       La innovación en materia de infraestructura en ningún caso puede depender de la suerte inmobiliaria de la Ciudad ni del alquiler de las instalaciones para fiestas privadas. La obsolescencia de la capacidad técnica de los teatros y del confort que brinda a los espectadores impone la aplicación de un activo plan de modernización de todo el complejo que incluya también la provisión de elementos escenotécnicos para la escena independiente.

9)       En el plano educativo, es indispensable que la actividad teatral se articule con los planes de educación, para la formación de nuevos públicos y el uso social del sostenimiento de la actividad teatral. La Autonomía permite impulsar programas de asistencia para escuelas secundarias y la creación de un centro dramático.

10)   Otro aspecto relevante para potenciar la actividad teatral es capitalizar el auge del turismo. La administración autónoma permite participar del armado de un plan que incentive el turismo hacia la ciudad y la asistencia de los visitantes a espectáculos teatrales. La representación en las provincias argentinas serían también posibles al superarse las trabas burocráticas vigentes.

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Hace ya unos varios días, participé del Ciclo «Aportes para el teatro de Buenos Aires en el Siglo XXI», organizado  por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.

En lo sucesivo estaré dedicando mi energía y esfuerzo para profundizar en la(s) problemática(s) que -según entiendo- enfrenta el Complejo Teatral San Martín, pero me interesaba hacerles llegar las conclusiones y un trailer general sobre las jornadas que circuló el Ministerio a los efectos de iniciar un debate público sobre el tema.

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Entre los festejos efímeros que las autoridades nacionales y locales realizaron por el Bicentenario, la Dirección del Complejo Teatral Buenos Aires fue la excepción y organizó mesas de debate sobre el futuro del organismo que permitieron pensar en el futuro y en la superación del angustiante presente. La acertada medida dio oportunidad para intercambiar ideas a diferentes personas relacionadas con la actividad teatral desde diversos ámbitos.

La ciudad ha cambiado y la política no ha registrado ese cambio. Esto sucede no sólo en el ámbito cultural, pero aquí se nota con mayor énfasis, pues es la cultura la que más ha registrado el cambio que en la producción y difusión de las artes han provocado las nuevas tecnologías. El Complejo Teatral Buenos Aires, que considero ha sido y es una buena experiencia que necesita ser sostenida con otros criterios de organización administrativa y financiera, debe cumplir un rol destacado para que el teatro tenga una formulación acorde con la ciudad del siglo XXI, tan distinta a la que inauguró el Teatro San Martín hace cincuenta años.

Es indispensable que el GCBA cumpla con su deber de dotar a las salas de la infraestructura edilicia y la renovación tecnológica que todo teatro exige, para que los espectáculos que ofrece logren la calidad y el poder de cautivar espectadores, cada vez más exigentes y acostumbrados a otros modos de expresión artística. La obsolescencia de la capacidad técnica de los teatros y del confort que brinda a los espectadores impone la aplicación de un activo plan de modernización, que también implicará como toda actividad de construcción y refacción un importante incremento de fuentes de trabajo genuinas para la ciudad y de motor de su economía.

El retorno a los sistemas de co-produción con los teatros privados es una forma de incrementar notablemente la relación dinámica en circuitos cuyos límites hoy están difusos, excepto algunas pocas excepciones. Como casi todas las ciudades capitales del mundo, Buenos Aires es el centro de la actividad teatral del país y dada la forma federal del Estado argentino, debemos también contemplar una planificación para que la actividad teatral cumplida en el ámbito de nuestra ciudad se irradie a todo el país y permita construir un vínculo de identidad común. También favorecer con los recursos económicos que ningún otro presupuesto público del país otorga a la actividad teatral, la producción de espectáculos en otras provincias y ciudades del interior, como método para favorecer la integración cultural de todo el territorio. Y muy especialmente en el área metropolitana que no puede quedar fuera de ninguna planificación estratégica del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pues guarda una íntima relación con el distrito que no puede pensarse correctamente sin integrar todas las ciudades que lo circundan y multiplican sus habitantes cotidianos.

Esperemos que las autoridades políticas atiendan los resultados de los debates organizados para permitir que el Complejo tenga la capacidad de producción y promoción cultural que la sociedad espera y exige para mejorar la calidad de los hábitos ciudadanos.

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Los espectadores habituales del Teatro San Martín hemos asistido en esta década al deterioro constante de sus instalaciones y a una programación que pese al talento de su director, Kive Staiff, y la eficiencia de directivos y personal, tuvo que disminuir en títulos y cantidad de funciones por los recurrentes olvidos burocráticos, tanto administrativos como parlamentarios. Según informaciones dadas públicamente, esta situación no será modificada en el año de su cincuentenario.

No creo en las efemérides sino en que toda gestión debe estar precedida por un pensamiento. La ciudad del 2010 es muy distinta a la de 1960 y esto exige una reflexión que sitúe a la institución dentro de la época. La fragmentación social junto con la caída del nivel cultural de la población, al deterioro institucional y educativo que ha padecido nuestro país, especialmente en la última década obligan a repensar la institución y los modos de relación con la sociedad a la que está dirigida.

El teatro es una de las formas de la libertad de expresión artística y de transmisión de ideas, protegida por las normas constitucionales y los pactos internacionales de derechos humanos que nos obligamos a respetar. El Estado asume, entonces, una responsabilidad mayor en cuanto a la eficacia de la administración de la escena pública , que tiene como principio esencial el respeto por la pluralidad temática, estética y productiva de sus hacedores y cumpla con el fin de bien común que toda actividad sostenida por él sosteneida debe tener como meta final.

Para cumplir esta misión hay que atender una infraestructura obsoleta, que no cumple con los requisitos técnicos de un gran teatro moderno –como lo fue en el año de su creación y durante varias décadas-, ni cuenta con los elementos mínimos para el respeto a la dignidad de quienes trabajan ni del público asistente. Nuestra sociedad ha convertido al deterioro y abandono de las instalaciones en sinónimo de ente público.

Pero no es la falta de realización de las obras ni la asignación de un presupuesto más amplio para la programación, el único problema que afecta al Teatro. Hay temas sin abordar que hacen a la esencia de un sostenido mejoramiento de la institución y un mayor impacto social de su tarea. El sistema de administración financiera necesita una rápida modificación. La imposición de la cuenta única creó para el Complejo las mismas dificultades que en el resto de las instituciones culturales, mejor zanjadas por la buena administración del Teatro, pero que lo ha llevado a problemas graves (huelgas, rescisión de contratos, cancelación de contrataciones, entre otros) que terminaron en alteraciones evitables.

La autarquía administrativa es una solución para que los contratos y los pagos necesarios para la realización de las temporadas artísticas, así como las obras de infraestructura sean decididos y solventados por el teatro sin intervención de otras autoridades. La administración de los recursos propios de teatro (ingreso de boleterías, donaciones, alquiler de sala, etc.) permitirán una más ágil gestión y el cumplimiento en término de los compromisos asumidos para la realización de las temporadas, así como un plan de obras fijado por sus responsables directos.

Con este sistema de administración pueden repetirse experiencias de co-producción de obras teatrales que enriquecieron en otros años la función del Teatro y que la dificultad de los circuitos administrativos cercenó.

El mejor reconocimiento a las cincuenta años de su creación y a la arriesgada labor de su director, será dotar al teatro de los recursos administrativos que le permitan cumplir la función artística y social que el siglo XXI y nuestra desolada realidad le exigen.

Publicado en el Semanario Perfil

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