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Archive for febrero 2011

Daniel Chain explica su posición frente al polémico tema

Parece condenable que una empresa privada use material del teatro [aunque éste hubiera sido material descartable] como suvenir», detalla el ministro de Desarrollo Urbano porteño, Daniel Chain, en una carta enviada al diario La Nacion tras el debate suscitado a partir de que la compañía Patagonia Flooring & Decks transformara parte del piso histórico del escenario del Colón en un regalo empresarial. La última semana, La Nacion publicó una nota sobre la utilización del piso desechado del escenario del teatro como regalo de fin de año a sus allegados por parte de la empresa Patagonia Flooring & Decks, la encargada de la renovación integral del escenario. El hecho generó mucha polémica a tal punto que, al día siguiente, Inés Urdapilleta, del directorio del Ente Autárquico del Teatro Colón, envió un pedido de informe al propio Pedro Pablo García Caffi, el director general de la sala.

De hecho, el propio Chain inició un sumario interno para intentar desentrañar lo sucedido, lo mismo que Hernán Lombardi, el ministro de Cultura de la ciudad.
«La adjudicación a la empresa Dycasa -que subcontrató a Patagonia Flooring & Decks- para la reforma escenotécnica, que incluía el piso del escenario entre otras tareas, se realizó el 10 de octubre de 2006 y lleva la firma del entonces jefe de gobierno, Jorge Telerman, y sus ministros de Cultura y Economía. El pliego firmado entonces estipulaba que el nuevo piso debía ser de la misma calidad de madera [petiribí] y tener las mismas condiciones de humedad y densidad del que se retiraba. Y con anterioridad a que asumiéramos la administración del gobierno de la ciudad, la contratista Dycasa, ya había subcontratado a Patagonia Flooring & Decks para que se ocupara, según lo indica el pliego, de la renovación del piso del escenario atendiendo al envejecimiento de los materiales y al uso intensivo al que había sido sometido», continuó explicando Chain en su texto.
Según los dichos del ministro de Desarrollo Urbano, cuando su gente ingresó en el edificio del Teatro Colón, «el piso anterior había sido completamente levantado y, de acuerdo con distintas informaciones, el piso removido estaba muy deteriorado, siendo el director escenotécnico de aquel momento quien definió qué parte podía ser usada para otros fines y qué parte era inutilizable, de acuerdo con lo estipulado en los pliegos mencionados. Nuestra responsabilidad fue la de hacer cumplir los pliegos y que el nuevo piso se ajustara a lo estipulado en ellos».
Desde la reapertura del Colón, el piso actual de su escenario ha generado serios inconvenientes. Los integrantes del Ballet Estable presentaron dos recursos de amparo; el último está en manos del abogado José Miguel Onaindia. Y si bien Daniel Saramaga, CEO de Patagonia Flooring & Decks, consideró que en la última constatación judicial realizada se demostró que el piso del escenario «está perfecto», Onaindia no piensa lo mismo. «La empresa Dycasa ejecutó la obra del escenario con impericia. Se manifiesta en vicios visibles: un juego demasiado grande entre el disco central y el resto de la superficie del escenario, desniveles, elementos sobresalientes que dificultan el trabajo de los bailarines, y falta de flexibilidad de la madera», manifestó Onaindia, en una nota publicada en este diario.
Chain defendió su trabajo y el de su gente al mencionar los seis premios obtenidos por la obra de restauración.

Publicado en la edición impresa de La Nación

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En la sala del Teatro Nacional Cervantes, en la noche del 22 de diciembre cuando habitualmente las grandes compañías del mundo, que incluye a la del Teatro Colón bailan versiones diversas de “Cascanueces”, un nutrido grupo de bailarines del Colón ofreció una gala en reclamo de trabajo ante la irrazonable suspensión de la temporada en el teatro.

La sucesión de piezas del repertorio clásico y contemporáneo mostró la tradición de un cuerpo de baile que pese a la falta de trabajo y planificación de actividades, la omisión de concursos de categorías desde hace dieciocho años, sueldos en negro y otros maltratos varios, tiene el nivel de quienes han heredado y cultivan un patrimonio intangible.

Sería injusto hacer nombres porque todos se lucieron y demostraron que tienen talento, técnica y oficio para estar al nivel de las mejores compañías del mundo. Lamentablemente, las autoridades políticas no se han percatado del bien cultural que impiden sea gozado por los habitantes y visitantes de esta ciudad.

Al mediodía del mismo día, la jueza Elena Liberatori realizó una inspección ocular del escenario y salas de ensayo del teatro, en un amparo que ocho integrantes de la compañía con mi patrocinio letrado, iniciaron en reclamo de la dación de tareas que es la obligación básica de todo empleador. Máxime cuando el empleador es un ente público que administra bienes patrimoniales e inmateriales del presupuesto público.

Los jueces se expiden por sus sentencias y los abogados alegamos dentro del marco de un proceso. Sólo quiero señalar el contraste entre la parálisis de un cuerpo artístico ordenada por las autoridades y la posibilidad de ese cuerpo artístico de brindar un espectáculo de gran calidad.

He sostenido en diversas oportunidades que  es imprescindible recordar que el teatro no es sólo un edificio con valor arquitectónico e histórico. Es también una fuente de producción cultural  única, que tiene en sus cuerpos artísticos estables y en sus talleres técnicos un potencial de creación que no ha sido atendido por las sucesivas administraciones. Muy por el contrario, la ausencia de atención de ese patrimonio intangible ha derivado en multiplicidad de conflictos y en un deficiente provecho de esa potencia latente.

Es una obligación de la sociedad civil requerir por los medios que el sistema establece que los bienes culturales de la ciudad en este caso y también de la Nación, sean preservados y se permita el mayor acceso de la ciudadanía a su goce. La paralización de la actividad del Ballet del Teatro Colón no afecta sólo a sus integrantes, sino a la comunidad entera porque priva del derecho de acceso a la cultura que la Constitución Nacional y la Constitución de Buenos Aires nos aseguran, como también lo hacen los Pactos de Derechos Humanos ratificados por nuestro país y frecuentemente olvidados.

Esperamos que la razonabilidad y la solución por consenso vuelva a ser la herramienta de construcción de una sociedad democrática, que todos los porteños nos merecemos.

 

Publicado en Tiempo Argentino, enero de 2011.

 

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La decisión del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires de demandar a agentes del Teatro Colón, por supuestos daños patrimoniales ocasionados por un reclamo laboral, es inusual y de incierto fundamento jurídico. La huelga es un derecho constitucional reconocido desde 1957 y una práctica dentro de las relaciones laborales, tanto públicas como privadas. El ejercicio de este derecho puede asumir diversas modalidades -paro en el lugar de trabajo, prestación a reglamento- y para que el empleador pueda tomar sanciones es necesario que la autoridad administrativa del trabajo declare la ilegalidad de la medida.
Nunca se comunicó que este procedimiento haya sido el aplicado por la autoridad local, razón que torna aún más sorprendente la decisión de iniciar acciones de carácter patrimonial. También es notable que se decida demandar a un grupo de trabajadores individuales, cuando el titular del derecho es la asociación gremial de trabajadores.
Los reclamos de carácter patrimonial por el ejercicio de derechos gremiales tampoco es usual dentro de las relaciones laborales, sino que parece una medida inconducente para lograr que los conflictos se resuelvan por las vías pacíficas y consensuadas.
Más allá del resultado final de la acción, su inicio constituye una señal equivocada de ejercicio de poder que no colaborará para que se resuelvan los múltiples conflictos que afectan a la institución e impiden que su misión social sea cumplida.

Publicado en La Nación, el sábado 05 de febrero de 2011

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Es frecuente leer u oír, especialmente en discursos de funcionarios políticos, que Buenos Aires es la ciudad con mayor cantidad de espectáculos teatrales en el mundo. Más allá de que la aritmética aplicada al análisis de fenómenos sociales necesita otros elementos que la complementen para realizar una evaluación certera, la afirmación es exagerada, engañosa y difícil de verificar, porque depende de cuestiones manipulables, como las fechas que se tomen para realizar la comparación.

Si analizamos la temporada alta que en esta época transcurre en las principales capitales europeas, puedo afirmar que París durante el mes pasado ofreció más de 400 espectáculos teatrales, muchos de ellos en salas con capacidad para más de quinientos espectadores y con un promedio de seis funciones semanales. Madrid se acerca a los 200 títulos, también en salas para mucho público y con funciones de asidua frecuencia. Las cifras de estos datos no son exactas porque, al igual que en Buenos Aires, en esas ciudades también hay espacios y espectáculos que integran la oferta teatral, pero no figuran en las guías y carteleras periodísticas.

Desde luego que las cifras no indican ni la calidad de una expresión artística ni la renovación estética que pueda proponer, pero sí ayudan a analizar el fenómeno social que las produce y son la evidencia de que existe una política pública para hacer que el fomento de la cultura sea un instrumento transformador de la realidad y ayude a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Esto último es una obligación constitucional en las democracias contemporáneas.
La potencia y creatividad del teatro argentino y, por su magnitud, del teatro porteño, es un hecho incontrastable y reconocido internacionalmente. Sin embargo, la interpretación exitista y parcial de la cantidad de obras ofrecidas no permite analizar los problemas que afectan a la actividad y que impiden que tenga el impacto social que en otras ciudades, como las mencionadas, con mayor o igual cantidad de espectáculos se produce.
Bajos presupuestos para la producción, precarización del trabajo de artistas y técnicos, pocas funciones semanales, ausencia de planes masivos de formación de espectadores, son el contrapunto del número que se esgrime para crear la imagen de un impactante hecho cultural en Buenos Aires.

Otro dato insoslayable es la función que cumplen los teatros públicos en las capitales culturales del mundo. La fortaleza institucional que ostentan los organismos oficiales incentiva a los otros circuitos y favorece la creación de audiencia que incorporan el teatro como un hábito dentro de sus actividades recreativas, hábito que alcanza a sectores muy diversos de la población.

Edificios en impecables condiciones, tanto para la producción escénica como para la comodidad del espectador, programación variada que combina las tradiciones culturales con el riesgo estético, trabajo en continuo de las compañías estables y facilidad de acceso a la compra de entradas para el espectador son sólo algunos de los hechos que indican la existencia de una decisión política para favorecer la pluralidad de oferta y la posibilidad de sostenimiento y creación de público. Sólo dos ejemplos: la Comédie-Française en su sala principal -Salle Richelieu-, que tiene 862 butacas, ofreció durante enero pasado tres espectáculos de lunes a domingo, con nueve funciones semanales. El Centro Dramático Nacional de Madrid con sus dos grandes salas -la histórica María Guerrero y la moderna Valle Inclán- representó tres espectáculos con funciones de martes a domingo.

La creatividad del teatro argentino requiere políticas oficiales que, con claridad de objetivos, le otorguen los medios necesarios para que obtenga la repercusión y el reconocimiento social que merece, porque la cultura es el principal medio para superar la fragmentación y el deterioro educativo que nuestra sociedad padece.

Publicado en La Nación, el 14 de febrero de 2011

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