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Publicado en La Nación, el pasado 12-10-2011

 

 

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Publicado en La Nación, el pasado 08-10-2011

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Es realmente muy auspicioso que se abran nuevos cines y salas en nuestra Ciudad. No obstante, es importante que el esfuerzo privado fuese  acompañado por acciones oficiales como en otros países…

Publicado en la edición del sábado 01 de octubre de 2011 de La Nación

 

 

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Daniel Chain explica su posición frente al polémico tema

Parece condenable que una empresa privada use material del teatro [aunque éste hubiera sido material descartable] como suvenir», detalla el ministro de Desarrollo Urbano porteño, Daniel Chain, en una carta enviada al diario La Nacion tras el debate suscitado a partir de que la compañía Patagonia Flooring & Decks transformara parte del piso histórico del escenario del Colón en un regalo empresarial. La última semana, La Nacion publicó una nota sobre la utilización del piso desechado del escenario del teatro como regalo de fin de año a sus allegados por parte de la empresa Patagonia Flooring & Decks, la encargada de la renovación integral del escenario. El hecho generó mucha polémica a tal punto que, al día siguiente, Inés Urdapilleta, del directorio del Ente Autárquico del Teatro Colón, envió un pedido de informe al propio Pedro Pablo García Caffi, el director general de la sala.

De hecho, el propio Chain inició un sumario interno para intentar desentrañar lo sucedido, lo mismo que Hernán Lombardi, el ministro de Cultura de la ciudad.
«La adjudicación a la empresa Dycasa -que subcontrató a Patagonia Flooring & Decks- para la reforma escenotécnica, que incluía el piso del escenario entre otras tareas, se realizó el 10 de octubre de 2006 y lleva la firma del entonces jefe de gobierno, Jorge Telerman, y sus ministros de Cultura y Economía. El pliego firmado entonces estipulaba que el nuevo piso debía ser de la misma calidad de madera [petiribí] y tener las mismas condiciones de humedad y densidad del que se retiraba. Y con anterioridad a que asumiéramos la administración del gobierno de la ciudad, la contratista Dycasa, ya había subcontratado a Patagonia Flooring & Decks para que se ocupara, según lo indica el pliego, de la renovación del piso del escenario atendiendo al envejecimiento de los materiales y al uso intensivo al que había sido sometido», continuó explicando Chain en su texto.
Según los dichos del ministro de Desarrollo Urbano, cuando su gente ingresó en el edificio del Teatro Colón, «el piso anterior había sido completamente levantado y, de acuerdo con distintas informaciones, el piso removido estaba muy deteriorado, siendo el director escenotécnico de aquel momento quien definió qué parte podía ser usada para otros fines y qué parte era inutilizable, de acuerdo con lo estipulado en los pliegos mencionados. Nuestra responsabilidad fue la de hacer cumplir los pliegos y que el nuevo piso se ajustara a lo estipulado en ellos».
Desde la reapertura del Colón, el piso actual de su escenario ha generado serios inconvenientes. Los integrantes del Ballet Estable presentaron dos recursos de amparo; el último está en manos del abogado José Miguel Onaindia. Y si bien Daniel Saramaga, CEO de Patagonia Flooring & Decks, consideró que en la última constatación judicial realizada se demostró que el piso del escenario «está perfecto», Onaindia no piensa lo mismo. «La empresa Dycasa ejecutó la obra del escenario con impericia. Se manifiesta en vicios visibles: un juego demasiado grande entre el disco central y el resto de la superficie del escenario, desniveles, elementos sobresalientes que dificultan el trabajo de los bailarines, y falta de flexibilidad de la madera», manifestó Onaindia, en una nota publicada en este diario.
Chain defendió su trabajo y el de su gente al mencionar los seis premios obtenidos por la obra de restauración.

Publicado en la edición impresa de La Nación

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Es frecuente leer u oír, especialmente en discursos de funcionarios políticos, que Buenos Aires es la ciudad con mayor cantidad de espectáculos teatrales en el mundo. Más allá de que la aritmética aplicada al análisis de fenómenos sociales necesita otros elementos que la complementen para realizar una evaluación certera, la afirmación es exagerada, engañosa y difícil de verificar, porque depende de cuestiones manipulables, como las fechas que se tomen para realizar la comparación.

Si analizamos la temporada alta que en esta época transcurre en las principales capitales europeas, puedo afirmar que París durante el mes pasado ofreció más de 400 espectáculos teatrales, muchos de ellos en salas con capacidad para más de quinientos espectadores y con un promedio de seis funciones semanales. Madrid se acerca a los 200 títulos, también en salas para mucho público y con funciones de asidua frecuencia. Las cifras de estos datos no son exactas porque, al igual que en Buenos Aires, en esas ciudades también hay espacios y espectáculos que integran la oferta teatral, pero no figuran en las guías y carteleras periodísticas.

Desde luego que las cifras no indican ni la calidad de una expresión artística ni la renovación estética que pueda proponer, pero sí ayudan a analizar el fenómeno social que las produce y son la evidencia de que existe una política pública para hacer que el fomento de la cultura sea un instrumento transformador de la realidad y ayude a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Esto último es una obligación constitucional en las democracias contemporáneas.
La potencia y creatividad del teatro argentino y, por su magnitud, del teatro porteño, es un hecho incontrastable y reconocido internacionalmente. Sin embargo, la interpretación exitista y parcial de la cantidad de obras ofrecidas no permite analizar los problemas que afectan a la actividad y que impiden que tenga el impacto social que en otras ciudades, como las mencionadas, con mayor o igual cantidad de espectáculos se produce.
Bajos presupuestos para la producción, precarización del trabajo de artistas y técnicos, pocas funciones semanales, ausencia de planes masivos de formación de espectadores, son el contrapunto del número que se esgrime para crear la imagen de un impactante hecho cultural en Buenos Aires.

Otro dato insoslayable es la función que cumplen los teatros públicos en las capitales culturales del mundo. La fortaleza institucional que ostentan los organismos oficiales incentiva a los otros circuitos y favorece la creación de audiencia que incorporan el teatro como un hábito dentro de sus actividades recreativas, hábito que alcanza a sectores muy diversos de la población.

Edificios en impecables condiciones, tanto para la producción escénica como para la comodidad del espectador, programación variada que combina las tradiciones culturales con el riesgo estético, trabajo en continuo de las compañías estables y facilidad de acceso a la compra de entradas para el espectador son sólo algunos de los hechos que indican la existencia de una decisión política para favorecer la pluralidad de oferta y la posibilidad de sostenimiento y creación de público. Sólo dos ejemplos: la Comédie-Française en su sala principal -Salle Richelieu-, que tiene 862 butacas, ofreció durante enero pasado tres espectáculos de lunes a domingo, con nueve funciones semanales. El Centro Dramático Nacional de Madrid con sus dos grandes salas -la histórica María Guerrero y la moderna Valle Inclán- representó tres espectáculos con funciones de martes a domingo.

La creatividad del teatro argentino requiere políticas oficiales que, con claridad de objetivos, le otorguen los medios necesarios para que obtenga la repercusión y el reconocimiento social que merece, porque la cultura es el principal medio para superar la fragmentación y el deterioro educativo que nuestra sociedad padece.

Publicado en La Nación, el 14 de febrero de 2011

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Daniel Chain explica su posición frente al polémico tema.

 

Parece condenable que una empresa privada use material del teatro [aunque éste hubiera sido material descartable] como suvenir», detalla el ministro de Desarrollo Urbano porteño, Daniel Chain, en una carta enviada al diario La Nacion tras el debate suscitado a partir de que la compañía Patagonia Flooring & Decks transformara parte del piso histórico del escenario del Colón en un regalo empresarial. La última semana, La Nacion publicó una nota sobre la utilización del piso desechado del escenario del teatro como regalo de fin de año a sus allegados por parte de la empresa Patagonia Flooring & Decks, la encargada de la renovación integral del escenario. El hecho generó mucha polémica a tal punto que, al día siguiente, Inés Urdapilleta, del directorio del Ente Autárquico del Teatro Colón, envió un pedido de informe al propio Pedro Pablo García Caffi, el director general de la sala.
De hecho, el propio Chain inició un sumario interno para intentar desentrañar lo sucedido, lo mismo que Hernán Lombardi, el ministro de Cultura de la ciudad.
«La adjudicación a la empresa Dycasa -que subcontrató a Patagonia Flooring & Decks- para la reforma escenotécnica, que incluía el piso del escenario entre otras tareas, se realizó el 10 de octubre de 2006 y lleva la firma del entonces jefe de gobierno, Jorge Telerman, y sus ministros de Cultura y Economía. El pliego firmado entonces estipulaba que el nuevo piso debía ser de la misma calidad de madera [petiribí] y tener las mismas condiciones de humedad y densidad del que se retiraba. Y con anterioridad a que asumiéramos la administración del gobierno de la ciudad, la contratista Dycasa, ya había subcontratado a Patagonia Flooring & Decks para que se ocupara, según lo indica el pliego, de la renovación del piso del escenario atendiendo al envejecimiento de los materiales y al uso intensivo al que había sido sometido», continuó explicando Chain en su texto.
Según los dichos del ministro de Desarrollo Urbano, cuando su gente ingresó en el edificio del Teatro Colón, «el piso anterior había sido completamente levantado y, de acuerdo con distintas informaciones, el piso removido estaba muy deteriorado, siendo el director escenotécnico de aquel momento quien definió qué parte podía ser usada para otros fines y qué parte era inutilizable, de acuerdo con lo estipulado en los pliegos mencionados. Nuestra responsabilidad fue la de hacer cumplir los pliegos y que el nuevo piso se ajustara a lo estipulado en ellos».
Desde la reapertura del Colón, el piso actual de su escenario ha generado serios inconvenientes. Los integrantes del Ballet Estable presentaron dos recursos de amparo; el último está en manos del abogado José Miguel Onaindia. Y si bien Daniel Saramaga, CEO de Patagonia Flooring & Decks, consideró que en la última constatación judicial realizada se demostró que el piso del escenario «está perfecto», Onaindia no piensa lo mismo. «La empresa Dycasa ejecutó la obra del escenario con impericia. Se manifiesta en vicios visibles: un juego demasiado grande entre el disco central y el resto de la superficie del escenario, desniveles, elementos sobresalientes que dificultan el trabajo de los bailarines, y falta de flexibilidad de la madera», manifestó Onaindia, en una nota publicada en este diario.
Chain defendió su trabajo y el de su gente al mencionar los seis premios obtenidos por la obra de restauración.

 

Publicado en La Nación 16-01-2011

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En la última semana de agosto, se cumplieron dieciséis años de la sanción de la reforma constitucional de 1994. El aniversario pasó inadvertido, con pena y sin ninguna gloria, porque sucedieron hechos que demostraron el incumplimiento de los objetivos que expresaron los promotores de la reforma y de las disposiciones que incorporó a nuestro orden institucional.

Una de las modificaciones de mayor trascendencia fue la elevación a rango constitucional de dos declaraciones y ocho pactos internacionales de protección de los derechos humanos. Esta decisión completó y extendió el catálogo de derechos que nuestro Estado reconoce a las personas y lo hace responsable en el ámbito internacional por su incumplimiento.

El Pacto de San José de Costa Rica -Convención Americana de Derechos Humanos- describe con precisión, en su artículo 13, las garantías de ejercicio para la libertad de pensamiento y de expresión. Esta norma completa con detalle las disposiciones de los artículos 14 y 32 de nuestra Constitución nacional, que consagran y protegen estos derechos, y de otras normas internacionales que lo regulan. En su inciso tercero, expresamente determina que «?no se puede restringir el derecho de expresión por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares de papel para periódicos?». Pese a este claro mandato, la decisión oficial de imponer controles al suministro de papel se hizo efectiva mediante un confuso e inconstitucional proyecto de ley, en una acción contra la prensa que no tiene antecedentes luego de concluida la última dictadura militar. La multiplicidad de derechos humanos que se arrasan con las medidas propuestas afectan a los individuos que integran nuestra comunidad, a las empresas periodísticas y al sistema político, pues el derecho a la expresión plural y libre del control del gobierno de turno es esencial para la vigencia de un sistema democrático, como con precisión ha destacado nuestra Corte Suprema de Justicia de la nación en numerosos fallos. El grupo gobernante, emulando a los prelados de la Santa Inquisición, pretende convencernos de que el demonio se ha refugiado en la prensa independiente.

En el mismo día del escenificado anuncio mediático de las medidas contrarias a expresas normas constitucionales y de fuente internacional que protegen la libertad de expresión, vencieron facultades delegadas por el Congreso en el Poder Ejecutivo que, según la cláusula transitoria octava de la reforma constitucional de 1994, debían caducar en 1999, pero fueron extendidas hasta 2010 por una mala práctica institucional. Esta práctica convirtió en habitual lo que la Constitución consagra como facultad excepcional y sólo llevó a concentrar funciones en el presidente que produjeron parte de las mayores crisis que atravesó nuestra comunidad en estos dieciséis años.

Estos hechos demuestran que el mayor desafío que la sociedad argentina enfrenta en este momento de su atribulada historia es superar la distorsión entre la norma constitucional y la realidad. La posibilidad de instaurar el respeto estricto del derecho como conducta habitual de gobernantes y gobernados es la asignatura pendiente de una sociedad que no pudo lograrlo -pese al dolor sufrido por las reiteradas prácticas autoritarias- ni supo restablecer un acatamiento indispensable de las leyes que constituyen las bases del sistema. El desdén hacia las normas y una irrefrenable vocación por su interpretación caprichosa y sectaria han impedido que pudiéramos restablecer la propuesta originaria del pacto fundacional que dio origen a nuestra nación, que la reforma de 1994 no selló nuevamente y que en su aniversario nos encuentra en la misma orfandad.

El restablecimiento del respeto de un orden jurídico difícilmente pueda lograrse si se elude la necesidad de rehabilitar el pacto de convivencia que significa la adopción de un texto constitucional para las diversas personas y grupos que integran la sociedad. Como lo adivinó Rousseau, es un pacto verbal, una posibilidad de comunicación entre distintos individuos y grupos que imponen un conjunto de reglas para beneficio de todos. El correcto funcionamiento de nuestro orden institucional es la garantía genérica del ejercicio de los derechos humanos.

Tampoco se podrá realizar este necesario pacto si desde el poder desmesurado que ejerce el órgano ejecutivo y el grupo que lo acompaña en sus acciones se insiste en un discurso épico que pretende estar cerca del pueblo y sólo logra estar lejos de la democracia.

Publicado en La Nación, con fecha 22 de septiembre de 2010

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La Nación.Com publicó una nota muy interesante en relación a la desaparición, en los últimos años, de los cines. Incluso me entrevistaron a propósito del Tita Merello y del petitorio que presentamos la semana pasada.

Se puede ver el video haciendo click acá. Por otra parte, les transcribo, a continuación, la nota escrita por Verónica Dema.

Salven los cines
En los últimos años más de diez salas se convirtieron en templos o comercios; las razones de esta desaparición; la lucha del Tita Merello.

Durante años los cierres fueron silenciosos. Especies de lápidas tapizan Lavalle, la histórica calle de los cines como resabios de otros tiempos. Allí se reconstruye la historia: donde una placa recuerda que estuvo el Ambassador, se amontonan artículos de regalería; en lo que fue el Select Lavalle, hay una hiperfarmacia; en lugar de las salas del Alfa y el Sarmiento, ahora se juega al bingo; el París se transformó en una zapatería, el Paramount, en galería comercial. Y la lista podría seguir.

Según el libro Cines en Buenos Aires, publicado este año por las arquitectas Marta García Falcó y Patricia Méndez, de los 300 cines existentes en la ciudad entre 1896 y 2010, más del 50% se demolieron o transformaron en otros usos. Y esta realidad se vio en todo el país: en el documental Cine, dioses y billetes, de Lucas Brunetto, se señala que hasta los años 70 en la Argentina había más de 2000 cines; a fines de los 90, sólo 250. En los últimos años, murieron más de 10

Ahora, en tiempos de facebook, la comunidad del complejo Tita Merello, que apagó sus proyectores hace un mes, hace oir su resistencia en la web. Cerró, pero no hace silencio. El ex director del Incaa José Miguel Onaindia creó el grupo No al cierre del Tita Merello y ya tiene más de 4800 adhesiones. Esto lo motivó a presentar un petitorio al gobierno de la Ciudad para que no se permita el cierre definitivo del complejo. «Acá ya cerraron las mayoría», dice. Y empieza a enumerar las bajas de la calle Corrientes y el ocaso de la Lavalle, espacios que consideraba «muy importantes para el acervo cultural de la Ciudad. «Por eso hay que resistir esta vez», dice, este especialista en temas de derecho cultural plantado frente al Tita Merello.

Luis Vainikoff, ex propietario del cine Cosmos, uno de los últimos que puso candado a sus puertasconversa con lanacion.com frente a lo que fue su cine en Corrientes al 2000. Detrás de un enrejado, un guardia de seguridad custodia la puerta. «Ahora lo compró la UBA y prometen reabrir» , dice ilusionado.

También él repasa los cines que ya no están. «En Corrientes cerraron prácticamente todos los de la ´L´, los históricos y todos se dedicaban a un cine artístico. De esos quedaron el Lorca y el Premier», rescata.

Habla de su caso en particular, pero esclarece un poco el escenario generalizado. «La situación económica se fue deteriorando y te lleva a eso: o alquilás la sala para una iglesia evangélica, que son los primeros que vienen a ofrecerte algo, o tenés que cerrar, porque son locales grandes, atípicos que no sirven para cualquier actividad», explica. «Pero hay que saber que estos cierres nos van quitando un poquito de la cultura que nos debemos todos».

Ambos coincidieron en que, si el cinearte no recibe un apoyo estatal, no sobrevivirá. «Las salas en Europa están subsidiadas», apunta Vainikoff, que ahora se dedica a distribuir películas y a programar festivales. «Sin apoyo público, vamos a terminar viendo cine sólo en las multipantallas».

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