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Posts Tagged ‘Sergio Renán’

Como una de las tantas formas de celebrar el Bicentenario argentino, el Centro Cultural de España en Buenos Aires propuso analizar la fecunda relación entre los cines de ambos países. El resultado fue un seminario, “Imágenes compartidas”, una muestra y un ciclo de proyecciones. Un libro recoge el punto de encuentro tan relevante entre las dos sociedades. Aquí, el ex director del Incaa aborda el cine como disparador para observar los ciclos histórico-sociales de ambos países.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La iniciativa del Centro Cultural de España en Buenos Aires de celebrar el Bicentenario argentino mediante el análisis de la relación entre los cines de ambos países, constituyó una original convocatoria que desbordó los márgenes del tema propuesto. El libro que se presentó en el Festival de Mar del Plata fue una prueba acabada de los sentidos múltiples desde los que puede ser analizado el tema. Todo empezó el año pasado con el seminario que con el mismo nombre, “Imágenes compartidas”, se realizó entre el 1º y el 3 de diciembre en el apropiado marco del Teatro Margarita Xirgu, y continuó este año con una muestra y con un ciclo de proyecciones en la porteña La Noche en Vela.
La participación de investigadores de ambos países con la coordinación de Diego Galán y mía, permitió la producción de un volumen que es el primero destinado a analizar un punto de encuentro tan relevante entre los dos países. El diálogo del seminario con un destacado grupo de cineastas, investigadores, periodistas, actores y productores para reflexionar sobre el tema propuesto, también permitió el enriquecimiento del trabajo editorial.
Si bien el cine es el eje de todas las reflexiones reunidas en este volumen, pudo demostrarse que a través de esta expresión cultural e industrial es posible analizar los múltiples lazos entre ambos países y el derrotero en muchas oportunidades no coincidente de sus ciclos históricos.
Siempre recuerdo que el titular de la primera cátedra que integré en la Facultad de Derecho de la UBA, Carlos Colautti, había escrito su tesis doctoral sobre “La libertad de expresión y la censura cinematográfica” y que ese ensayo fue para mí una lectura reveladora de cómo los autoritarismos se habían impuesto y organizado en nuestro país desde el ominoso golpe de la misma forma al analizar desde múltiples puntos de vista la relación entre el cine argentino y el cine español desde sus orígenes hasta el presente, aparecieron hechos demostrativos de cómo ambas culturas se relacionaron a través del tiempo.
Argentina fue multicultural cuando el mundo no lo era. Ni siquiera se había acuñado esa expresión mientras en nuestra sociedad convivían en el mismo grupo social personas de diferente origen nacional. Por eso, la aparición de una abuela, una madre, un tío, patrón o sacerdote español en una película argentina sólo retrataba la realidad de un país que se formó con la integración de criollos, colonizadores e inmigrantes.
Ambos cines se conectaron en formas explícitas e inadvertidas, en las expresiones estéticas vanguardistas o en los géneros populares. Desde la presencia infaltable en una experiencia de avanzada de Victoria Ocampo en la producción del filme perdido Tararira en la década del 30, con la participación del cuarteto de laúdes de los hermanos Aguilar, de origen español, que había visto en su presentación para Amigos del Arte. El investigador argentino Gonzalo Aguilar rescató esta experiencia para demostrar el intercambio en los orígenes de nuestras cinematografías que se continúan luego de la consolidación del cine sonoro con la presencia de la canción popular española en nuestra pantalla o de tantos actores argentinos en la cinematografía ibérica, y que los demás autores analizan enfatizando la diversidad de vínculos notable y continua entre ambas comunidades.
Si lo analizamos desde la economía cultural, la producción del audiovisual, en especial en las últimas décadas, se ha incrementado en forma muy beneficiosa. La asociación de productores y empresas de ambos países se ha ampliado en cantidad y calidad. Tal vez sólo el público muy atento a leer los créditos de las películas advierte que muchas producciones que por su contenido son argentinas tuvieron un importante aporte financiero español para su producción. Así ocurrió con El secreto de sus ojos, ganadora del Oscar al mejor filme extranjero, o Las viudas de los jueves, ambas basadas en obras literarias de autores nacionales y de indudable temática argentina.
Contra mi voluntad. La relación más recurrente estuvo dada por los exilios. Los forzosos y los voluntarios, los políticos y los económicos. Y hasta la decisión meramente existencial de trasladarse para buscar otra atmósfera donde la lengua no fuera un obstáculo. Ambos países fueron generosos ante la adversidad sufrida por los emigrantes y los sets de filmación también se convirtieron en territorios de refugio para quienes buscaban continuar con su destino.
En Argentina, se filmó la primera versión de Bodas de sangre, de Federico García Lorca, con Margarita Xirgu como protagonista, y Rafael Alberti, María Teresa León o Alejandro Casona –entre muchos otros– escribieron guiones para el cine argentino y así sucedió en los restantes rubros que integran la realización de una película.
En un diálogo sostenido por Diego Galán y Sergio Renán el pasado año, recordaron el Festival de San Sebastián de 1974 –festival que después Galán dirigió con gran éxito–, en el que se presentó en la sección de nuevos realizadores (Zabaltegui) La tregua. Allí se conoció la amenaza de muerte que la Triple A había dirigido a muchos actores argentinos, entre ellos Héctor Alterio, que protagonizaba la película y estaba en la delegación. El cine español le dio hospitalaria recepción y en muy poco tiempo lo convirtió en una de sus figuras más relevantes. Al año siguiente, aparece en la inolvidable Cría cuervos, de Carlos Saura, donde encarnaba a un militar que muere y es velado con su uniforme.
También en esa película participó otro singular actor que tuvo que exiliarse en España, donde murió hace muy pocos días. Me refiero a Walter Vidarte, que cumplió un derrotero que muestra la trama existencial que une las expresiones culturales de ambos países. Vidarte era uruguayo y se formó con la exiliada actriz española Margarita Xirgu. En la segunda mitad de la década del cincuenta, viene a buenos Aires de la mano de Rubén Cavalloti para protagonizar en teatro Acuérdate del Angel y en cine Procesado 1040 y Gringalet. Luego se convierte en un actor inconfundible del gran cine de autor de los 60. Manuel Antón, Lautaro Murúa, Leopoldo Torre Nilsson, Leonardo Favio, David José Kohon, entre otros, lo convocan para que su talento y su peculiar máscara enriqueciera sus obras. Luego de ser uno de los intérpretes de La tregua, con la que el actor y compañero de elenco en algunas películas, Sergio Renán, debuta como director, el exilio lo lleva a la tierra de su maestra cuando la dictadura franquista concluía. Secuelas que dejan los autoritarismos.
En otro diálogo sostenido frente al público del Teatro Margarita Xirgu entre Carlos Morelli y Claudio Minghetti se recordó la semana de cine español en las postrimerías de la última dictadura militar argentina, hecho que desbordó su carácter cinematográfico y se convirtió en el pre-anuncio de la posibilidad de que los argentinos nos expresáramos en libertad y analizáramos nuestra historia a través del cine.
Los que vivimos con entusiasmo la transición democrática en Argentina, no podemos olvidar la exaltación que nos provocaron películas como Solos en la madrugada o Asignatura pendiente, éxitos populares comparables con los del cine de Hollywood y motivo de encendidas charlas de café.
En la transición democrática española una mujer ocupó un espacio central en la realización y en la gestión pública del audiovisual. Pilar Miró, tanto detrás de cámara como al frente del organismo de promoción audiovisual, fue una figura fundante del cine posfranquista. La proyección de El crimen de Cuenca en la citada semana de cine español provocó una de las ovaciones más estruendosas y emocionantes que haya presenciado en una sala de cine. Al comenzar la democracia argentina, también una mujer –María Luisa Bemberg– produjo el primer gran éxito del cine argentino en libertad, Camila, una reflexión sobre los derechos humanos violados en los autoritarismos argentinos.
Creo que uno de los máximos logros que la defensa de los derechos humanos puede enarbolar la sociedad argentina, fue el desmantelamiento del sistema de censura cinematográfica que desde 1938 –con esporádicas primaveras y variantes entre los distintos gobiernos– se había impuesto para cercenar o prohibir la pluralidad de pensamiento y expresión.
La influencia de España y el comienzo de una relación bilateral entre ambas cinematografías sin tijeras, es innegable y ha dejado su rastro en cientos de obras.
Las salas de Buenos Aires exhiben hoy producciones que demuestran la presencia notoria de España en nuestras películas. La belleza y el talento de Pilar López de Ayala en Medianeras de Gustavo Taretto o la participación de numerosas entidades y productores españoles en Un cuento chino, de Borensztein, o Mía, de Javier van der Couter, son ejemplos de este intercambio vivo y enriquecedor.
Este libro de cuidada edición y bellísimas fotografías, reafirma la expresión del legislador boliviano Pedro Susz que, al defender su propuesta de ayuda al audiovisual, dijo que un pueblo sin cine es un pueblo sin memoria.

 

Publicado el pasado sábado 12 de noviembre en el semanario Perfil

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El Teatro Colón demostró que pese a los conflictos puede brindar un espectáculo de nivel internacional. La puesta de Sergio Renán de «La flauta mágica» es un espectáculo deslumbrante. Convierte a la ópera en arte contemporáneo con una concepción visual y una armonía entre música, elementos visaules y actuación que la convierten en un hecho artístico imperdible, aún para quienes no tengan especial predilección por el género. Y el teatro demuestra otra vez que puede estar en la vanguardia de la producción teatral.

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